Unidad 24 – El Impresionismo musical

Tras varias décadas de búsqueda, el final del siglo XIX asistió finalmente a la síntesis de una identidad musical francesa (ver Unidad 22) capaz de rivalizar en prestigio y modernidad con la tradición germánica poswagneriana sin imitarla. Esta síntesis –a la que se bautizará Impresionismo por analogía con el movimiento pictórico– pondrá en entredicho algunas de las bases conceptuales –armonía, textura, forma musical, etc.– más firmes de la música occidental.

De este cuestionamiento resultará, en primer lugar, una revolución estilística de la que derivará una profusión de tendencias y líneas de experimentación musical cuyos ecos resonarán a lo largo de todo el siglo XX. Pero también resultará un profundo cambio de actitud ante la creación musical del que beberán todas las vanguardias musicales del nuevo siglo, y que consistirá precisamente en el cuestionamiento de las premisas -las reglas escritas y no escritas- que sustentan la creación musical, como paso previo y necesario para el mismo.

Al dar este definitivo paso, las vanguardias musicales del siglo XX desarrollarán una fuerte autoconciencia de su significado estético –premisas, filiación, objetivos–, a riesgo de perder significatividad social e histórica –recepción, repercusión, función social–.

Debussy y la síntesis del Impresionismo musical

El Impresionismo musical es, en su sentido más restringido, el estilo musical sintetizado por Claude Debussy y amplificado por el cosmopolitismo musical del París de la Belle Époque. Debussy cruzó las corrientes más avanzadas de la música francesa y rusa de su tiempo, desde el modalismo del movimiento neogregoriano francés hasta los experimentos armónicos -enlace no funcional de acordes, escala/armonía de tonos enteros, espacialidad armónica- de compositores como Musorgsky y Rimsky-Korsakov.

La soprano Mary Garden caracterizada como Mélisande, de la ópera de Claude Debussy.
La soprano Mary Garden caracterizada como Mélisande, de la ópera de Claude Debussy.

A ello cabe sumar su admiración por la sensualidad del Tristán [1865] o el Parsifal [1882] wagnerianos, el descubrimiento de la música de gamelán javanesa y, por último, la búsqueda de un ideal sonoro evocador de la serenidad y belleza de una antigüedad helénica idealizada. Si a ello añadimos la inspiración de las músicas populares española y estadounidense de algunas de sus obras, obtendremos una idea bastante aproximada de la diversidad de las fuentes del estilo debussyano.

Pese a la diversidad de influencias, el Impresionismo ofrece una sorprendente unidad estilística. Uno de los mecanismos que sustentan esta unidad es sin duda la liberación del principio armónico tradicional por terceras y la aproximación/sustitución por un concepto armónico basado en la relación acorde/escala en la cual los «acordes» son el resultado de la texturalización de las escalas mediante recursos como la polifonía estratificada o los acordes paralelos (ver más abajo).

Este sistema permitirá la integración de materiales escalísticos muy diversos –modos eclesiásticos o gregorianos, escala de tonos enteros, escala pentatónica, escala andaluza, etc.–, que a su vez dotarán a la armonía de colores muy variados y característicos sin comprometer la coherencia estilística.

Por otro lado, es importante destacar que el Impresionismo no se define por el empleo exclusivo de las técnicas citadas, sino que admite la yuxtaposición de técnicas clásicas y modernas, de armonía funcional y no funcional, y de ámbitos tonales, modales y atonales. La unidad del estilo reside en buena medida en la continuidad de otros parámetros como el ritmo, la melodía, la textura o la instrumentación.


El caldo de cultivo del Impresionismo francés

El estilo debussyano sugiere tanto un pasado ancestral como a un futuro revolucionario. Sin embargo, y pese a lo cosmopolita de sus influencias, es también un producto de su época y de las aspiraciones nacionalistas del Ars Gallica francés (ver Unidad 22). Se inscribe así en una corriente estética que reacciona frente al discurso dialéctico germánico, contraponiendo a éste un refinamiento, desnudez y sensualidad específicamente franceses que podemos reconocer en la obra de sus algunos de sus contemporáneos.

Introducción al estilo Impresionista. El rasgo más innovador de la armonía debussyana es la identificación de los conceptos acorde/escala, un principio básico de la denominada armonía modal.


Erik Satie. Satie fue un músico bohemio muy poco convencional que ejerció una enorme fascinación sobre varias generaciones de músicos franceses. Practicó un estilo muy simple y desnudo que se ha considerado a menudo precursor del minimalismo musical. El título de esta famosa obra hace referencia al mundo griego, en concreto a los jóvenes desnudos de los gimnasios helénicos.


Claude Debussy – Preludio a la siesta de un fauno [1894]. Esta obra -un poema sinfónico- ha sido considerada una obra fundacional del Impresionismo musical. La obra de Debussy fue llevada al escenario de los Ballets rusos en 1912 causando escándalo por los gestos finales del fauno, que sugerían una masturbación. La versión que vemos aquí es una versión contemporánea que recrea igualmente el memorable final (LEER MÁS).


Claude Debussy – Suite bergamasque – «Clair de lune»[1890].


Erik Satie – Gnossienne nº3 [1893].



Impresionismo de ida y vuelta

El pájaro de fuego en una ilustración de Edmund Dulac [1916].
El pájaro de fuego en una ilustración de Edmund Dulac [1916].

La musicología reciente ha puesto de manifiesto la deuda del Impresionismo francés con respecto a la música rusa, que había quedado eclipsada por diferencias de estilo más visibles, como el ritmo o el material folclórico. Debussy tuvo ocasión de admirar en su juventud la obra de compositores como Borodin, Músorgsky o Rimski-Kórsakov  durante sus estancias en Moscú como maestro de música de las hijas de Nadezhda von Meck a principios de la década de 1880.

La experimentación armónica y formal desarrollada por estos músicos cristalizó a final de siglo en una suerte de Impresionismo ruso que tuvo sus más importantes referentes en el propio Rimsky-Korsakov y en el visionario Alexander Scriabin, y cuyas innovaciones técnicas -entre ellas, el desarrollo de la armonía basada en la escala octatónica (o disminuida), en la escala acústica (o lidia dominante) u otras- situaron a la escena musical rusa en una posición de vanguardia comparable a la parisina o la vienesa.

La presencia periódica de los Ballets rusos de Serguéi Diaghilev en París a partir de 1908 y el reclutamiento del joven Ígor Stravinski -discípulo aventajado de Rimski-Kórsakov- como compositor «residente» de la compañía, no supondrá sino una nueva transferencia de la corriente impresionista rusa a la francesa.

Los Ballets rusos jugarán durante las dos siguientes décadas un importante papel en el desarrollo del Impresionismo francés -así como de otras órbitas más o menos concomitantes- mediante el encargo de obras a compositores como el citado Stravinski (El pájaro de fuego, 1910; Petrushka, 1911; La consagración de la primavera, 1913; El ruiseñor, 1914), el propio Debussy (Jeux, 1913), Maurice Ravel (Daphnis y Chloé, 1912), Erik Satie (Parade, 1917; Mercure, 1924), Ottorino Respighi (La boutique fantasque, 1919) o Manuel de Falla (El sombrero de tres picos, 1919), entre otros.


El Impresionismo y las artes escénicas

La plasticidad y capacidad evocadora del estilo impresionista hicieron de las artes escénicas -más del ballet que de la ópera- un destino natural de sus creaciones artísticas. Descontando la incompleta Rodrigo y Jimena, Debussy compuso una sola ópera –Pelléas et Mélisande– de una originalidad musical extraordinaria y un libreto de estética medievalista y simbolista.

Como estrella de los Ballets rusos, Stravinski se convirtió en el compositor de música de ballet más importante del siglo XX, con un lenguaje que evolucionó desde el impresionismo korsakoviano de El pájaro de fuego, y que pronto sería rebasado por el primitivismo de La consagración de la primavera [1913] hasta llegar al serialismo de Agon [1957].

Por su parte, Ravel aportó a la escena dos óperas breves –La hora española [1911] y El niño y los sortilegios [1925]– y una serie de ballets entre los que destaca el segundo de ellos: Dafnis y Chloe [1912], cuya ambientación clásica y sensual lo asemeja al Preludio a la siesta de un fauno debussyano.

Claude Debussy – Pelléas et Mélisande [1902]. Este triángulo amoroso de ambientación misteriosa y sombría está realizado musicalmente mediante una escritura vocal casi reducida al recitativo, superpuesta a un discurso orquestal episódico, sutilmente trabado mediante el empleo de unos pocos y discretos motivos conductores.


Igor Stravinski – El pájaro de fuego [1910]. El pájaro de fuego hace un uso manifiesto de las técnicas, temáticas –e incluso de fragmentos musicales– de algunas obras de su maestro Rimsky-Korsakov. Aunque ligada al nacionalismo ruso –por el empleo de temas folclóricos–, la obra es un magnífico ejemplo del cruce entre los «impresionimos» ruso y francés a los que hemos aludido en esta unidad.


Maurice Ravel – Dafnis y Chloe, Danza general [1912]. Este ballet, estrenado por los Ballets rusos, sigue de cerca la estela de Debussy pero presenta ya el virtuosismo orquestal y la mayor definición rítmica característicos de la música del compositor vasco-francés. El fragmento seleccionado describe musicalmente una bacanal.


Claude Debussy – Pelléas et Mélisande – Acto IV (final) [1902].


Igor Stravinski – El pájaro de fuego – Danza del pájaro de fuego [1910].


Maurice Ravel – Dafnis y Chloe – Danza general [1912].


El Impresionismo y la nueva actitud frente a la tradición

Decorados de Leon Bakst para Daphnis y Chloe [1912] de Maurice Ravel.

La avalancha de ‘-ismos’ acaecida durante la primera mitad del siglo XX ha oscurecido la enorme influencia del Impresionismo en la música de todo el siglo. Pese a la «muerte» oficial del Impresionismo musical al terminar la I Guerra Mundial, la huella del Impresionismo es perfectamente reconocible en la obra de compositores tan aparentemente ajenos al universo impresionista como el de Stravinski, Manuel de Falla, Ottorino RespighiBéla BartókSerguéi Prokófiev, Alban Berg u Olivier Messiaen, entre otros muchos.

A su vez, el Impresionismo se inscribe en la actitud adoptada por una joven generación de compositores menos reverencial hacia el pasado y con un cierto punto iconoclasta (especialmente con respecto a la armonía), que se había iniciado aproximadamente en la década de 1880, y que incluye autores como Giacomo PucciniRichard StraussPaul DukasJean Sibelius o Alexander Scriabin. La generación conocida como «nueva escuela» por teóricos de la época como René Lenormard o Eaglefield Hull.

Para reconocer unos estilos de otros debemos distinguir la técnica del estilo impresionistas. Por técnica impresionista nos referimos al conjunto de procedimientos compositivos que hemos descrito a lo largo de esta unidad, compartidos en mayor o menor extensión o audacia por todos los miembros de la «nueva escuela», mientras que por estilo impresionista nos referimos al ideal estético que guía la aplicación de estas técnicas por parte de los músicos considerados impresionistas.

Los impresionistas franceses optarán con frecuencia por utilizar las nuevas técnicas para recrear la belleza y el erotismo de un paganismo griego –o en su defecto, un mundo antiguo o exótico– de forma muy estilizada. Esta orientación determinará no solo los títulos y la temática de algunas de sus obras más representativas, sino también cierta tendencia a disolver el pulso, la predilección por el arabesco melódico, el distanciamiento de las formas clásicas (germánicas), el refinamiento tímbrico, el uso arquetípico de instrumentos como la flauta o el arpa, o el mantenimiento de la armonía dentro de un ámbito relativamente consonante.

La versatilidad de las técnicas impresionistas permitirá a los compositores de principios del siglo XX la ruptura ordenada con la armonía del siglo anterior –en particular con la armonía poswagneriana– permitiendo a la vez desarrollar estéticas cada vez más alejadas del Impresionismo mediante la redefinición de parámetros como el ritmo, el timbre, la densidad armónica o la forma musical. Estas razones –unidas a las apuntadas en la introducción a esta unidad– son las que ha hecho merecedor al Impresionismo de su fama como la primera vanguardia musical del siglo XX.


Las fronteras del Impresionismo

La onda expansiva del Impresionismo sacudió la música de su tiempo más allá de las fronteras francesas. Tras alcanzar cierta notoriedad en la escena musical madrileña, el gaditano Manuel de Falla se estableció en París desde 1907 hasta 1915. Allí conoció a Debussy -admirador del flamenco, y autor él mismo de obras de inspiración hispana- y fue animado por éste a inspirarse en esta música. Aunque el enorme prestigio de Olivier Messiaen llegaría solo tras la II Guerra Mundial, su figura se inscribe fundamentalmente en una esfera post-impresionista, de la cual llegó a convertirse en un peculiar sistematizador (véase Unidad 29).

Manuel de Falla – Noches en los jardines de España [1916]. Esta original obra es un cruce entre concierto de piano y suite sinfónica programática. Sus tres movimientos recrean con una sutileza armónica y orquestal típicamente impresionista diversas atmósferas nocturnas iluminadas por ecos de danzas flamencas.


Lili Boulanger – D’un matin de printemps [1922]. Lili Boulanger fue una prometedora compositora francesa fallecida con solo 24 años de edad. Su hermana Nadia, que le sobrevivió más de medio siglo, ha sido considerada una de las más grandes profesoras de composición de todos los tiempos (LEER MÁS).


Olivier Messiaen – Le banquet céleste [1926]. Esta obra para órgano despliega un lentísimo coral de inspiración gregoriana a lo largo de un amplio arco dinámico piano-forte-piano, alternando sonoridades octatónicas y modales a la manera impresionista, pero con resultados expresivos muy diferentes (VIDEO ANÁLISIS).


Manuel de Falla – Noches en los jardines de España – 2º mov.Danza lejana [1916].


Lili Boulanger – D’un matin de Printemps [1922].


Olivier Messiaen – Le banquet céleste [1926].


12 comentarios en “Unidad 24 – El Impresionismo musical

    1. La pregunta que haces es un poco de brocha gorda (no te lo tomes a mal). Es decir, Ellington y Basie fueron compositores e improvisadores de jazz y no compositores impresionistas.
      Ahora bien, si lo que preguntas es sobre si su música tiene influencias impresionistas específicas, podría debatirse con un cierto margen, y encontraríamos algunas composiciones más «impresionistas» que otras.
      En cualquier caso, los historiadores del jazz hablan de la utilización de armonías impresionistas al referirse a músicos de una generación más tardía, por ejemplo Lennie Tristano y Bill Evans (el pianista). Extender la idea de que todos los grandes del jazz han sido impresionistas en igual medida es probablemente una afirmación muy matizable.
      Saludos cordiales.

  1. Manuel Vera

    La proximidad e influencia de la música Impresionista en músicas posteriores es palpable desde un primer momento. Las nuevas sonoridades y texturas logradas en este período, así como la experimentación con nuevas escalas y recursos armónicos nos acercan a una modernidad rompedora con las formas clásicas y repleta de innovaciones. La diferenciación que se apunta entre técnica y estilo se antoja fundamental para comprender por qué Debussy, Satie, Stravinsky o Ravel entre otros, se alzaron por encima del resto como figuras imprescindibles en la composición de este nuevo movimiento. No solo utilizan el lenguaje armónico moderno sino que construyen alrededor una identidad personal propia e íntima, dotando de sentido y unidad estética sus obras. Después de visionar cada una de las obras expuestas, pretendiendo identificar en ellas estos nuevos elementos que componen la música impresionista, he quedado cautivado por “Dafnis y Cloé” de Ravel. Profundizando un poco más, he leído que el propio autor seleccionó varios fragmentos del ballet para hacer dos suites orquestales, la segunda de las cuales es particularmente popular. Después de verla entera, absolutamente fascinado con el comienzo, me ha parecido que esta pieza reúne muchos de los elementos descritos en esta unidad (no sé si estoy en lo cierto Rafa). La recreación de atmósferas orgánicas, como lo es el Lever du jour (Amanecer del día) del primer movimiento, con el revoloteo del viento-madera y el uso de escalas exóticas y/o pentatónicas en el solo de flauta de La Pantomima. Y el final apoteósico, que no se separa de esta textura orgánica, ya que como indicas en el vídeo, sugiere sensorialmente un orgasmo al oyente. Por último, me rindo al minimalismo pianístico de Satie, la sutileza y belleza de sus Gymnopedies siempre me han parecido sublimes.

  2. Benja Bravo

    Buen día Rafa!

    Es increíble como al escuchar las obras de esta unidad, un oyente con un oído más bien hecho a la música popular del siglo XX (no así a la música clásica en general) como es mi caso, se siente muchísimo más familiarizado con todos los aspectos de la música, sobre todo en dos: armónicamente y formalmente; las obras ya no son tan ‘cuadradas’ por decirlo de alguna manera de un punto de vista armónico: son mucho más libres y coloridas, al igual que la música que nosotros llamamos ‘moderna’; y formalmente, ya no se trata de largas obras de horas de extensión, si no que se trata (y corrígeme Refa si me equivoco) de obras ya no tan extensas, más ‘concisas’, me da la impresión. Así, este período ya no se siente tan ajeno a oídos de un músico moderno, si no que al contrario, se va asemejando bastante a nuestro lenguaje.

    Algo que me sorprende es aquella absorción de los rusos, de parte de Stravinsky sobre todo, de aquellos rasgos impresionistas. Yo hubiera pensado que los rusos estaban más ensimismados de alguna manera en este momento, que no estaban tan pendientes de las corrientes europeas de ese momento, por lo que me llevo una grata sorpresa.

    A modo de apreciación personal, es sin duda, de todas las unidades que hemos visto, la que más me gusta. Las obras de los compositores de esta época me parecen sublimes, sobre todo en el caso de Ravel y su cuarteto de cuerdas, que me parece sencillamente alucinante.

    Abrazo Rafa!

  3. Rodrigo Arribas

    No tenía ni idea de que la música impresionista estuviera relacionada de modo alguno con la Grecia antigua o la sensualidad. Nunca me había fijado en que los autores de este movimiento bebieran de esa temática para sus obras, y eso que he escuchado más de ellos que de ningún otro autor que hayamos visto en esta asignatura, especialmente Debussy (por cierto, le eché un vistazo a los vídeos del artículo, una pena enorme no poder ir a clase para discutirlos en profundidad).
    Lo único que sabía de esta relación es la conexión entre el título de la obra de Satie y la palabra griega. De hecho, si la conozco es por Isa, la profe de Auditiva, aunque ella nos dijo que Satie quiso hacer un pequeño chiste con el título. Si no recuerdo mal, nos explicó que igual que en Olimpia se celebraban las olimpiadas, las Gimnopedias eran unos juegos de otra localidad griega, y que Satie quiso hacer un contraste entre la delicadeza de su obra y la fuerza física que suponían esos juegos. Un pequeño apunte: en el vídeo, en 0.27…¿qué manera es esa de pulsar una tecla? A veces alucino con la técnica que se nos enseña en clásico y luego lo que hacen los pianistas profesionales.
    Por último, me ha encantado la diferenciación entre técnica y estilo, tampoco sabía que las fronteras del impresionismo fueran tan amplias. Aún así…¿te puedo pedir una recomendación? De momento tengo poca música «clásica» escuchada, pero de lo que conozco (que es poco) lo que más me ha gustado hasta ahora ha sido Debussy y Ravel. De ellos, ¿hay algún conjunto de obras que me recomiendes especialmente? Gracias Rafa

    1. Bueno, la sensualidad griega es uno de los motivos de inspiración de Debussy y Ravel, como lo es en general las atmósferas arcaicas y/o sensuales, pero también lo son, como se ha visto, lo español, lo estadounidense, el orientalismo, etc.
      Lode la tecla de Satie es una buena pregunta. De tan fácil que es la música de Satie para un concertista de piano, se ve que tienen que inventarse florituras para darle teatralidad a la interpretación.
      De Debussy, aparte del Fauno y Pelléas et Mélisande, recomiendo La Mer, las Images y los Nocturnos para orquesta, el cuarteto de cuerda, los Préludes y las Estampes para piano, además de Children’s Corner. De Ravel Daphnis et Chloé (el ballet completo), L’enfant et les sortiléges, La pavana para una infanta difunta, el cuarteto de cuerda, Le tombeau de Couperin, La Valse y Los valses nobles et sentimentales, de algunas de estas obras hay versión para piano y para orquesta. Pero vamos, que ambos se dejan descubrir bien poco a poco. Un abrazo y gracias por tus interesantísimos comentarios.

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