La fuga puede considerarse un género emblemático del Barroco tardío gracias –principalmente– al influjo de la obra de Bach en la historiografía de la música occidental. Sin embargo, ni el propio Bach ni sus contemporáneos se preocuparon por definir con precisión el significado de un término –fuga– usado ya por los teóricos y músicos renacentistas como sinónimo de «imitación» entre las voces de una composición polifónica.
En esta entrada comprobaremos la diversidad de la fuga barroca mediante el análisis de sendos ejemplos de Vivaldi, Händel y Bach que adaptaron este vetusto género a las coordenadas estilísticas de su propio tiempo, y que fueron a su vez adaptados con posterioridad para adecuarse a una nueva realidad. Todo ello como ilustración de la imposibilidad de definir la fuga como una forma musical cerrada, sino de aceptarlo como un género en movimiento y en continua adaptación.
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